martes, 23 de marzo de 2010

Relato de Nacho Torralbo

Acababa de amanecer un hermoso día, despejado y con una temperatura agradable a diferencia del anterior. Como todos los días, íbamos a pasar las seis primeras horas en el viejo y único centro educativo de nuestra aldea, con tan reducido número de habitantes que ni siquiera tenía un nombre. Todos los vecinos la llamaban simplemente, eso, “aldea”. En ella no había atracciones turísticas, ni edificios, ni coches… no era necesario el transporte ya que posiblemente no hubiese más de 30 ó 40 calles. Los vecinos vivían de sus propios cultivos, de los cuales una parte se vendían en el mercado. Los niños jugaban despreocupados por las calles débilmente asfaltadas los fines de semana.
Como todas las mañanas, nuestra pandilla J, Juan, Jesús y Javier, fuimos a reunirnos en la plaza del mercado para ir juntos al colegio. La nuestra era una pandilla de “empollones”, según mis compañeros de clase somos Juan el atleta, Jesús el científico y Javier el poeta. Nuestras pasiones eran completamente distintas, sin embargo éramos amigos. Nos caíamos bien porque a los tres nos gustaba también dar paseos en bici, jugar al futbol…
Llegamos a la escuela y era viernes, lo cual significaba una clase de gimnasia para empezar el día. Después vino la clase de lengua donde el profesor nos deleitó con uno de sus poemas de García Lorca. La siguiente clase fue la de ciencias en la que seguimos estudiando los minerales. Todo el mundo parecía aburrido excepto nuestro fiel amigo Jesús que presentaba una cara de entusiasmo que saltaba a la vista. El problema vino cuando el profesor pasó por las mesas un trozo de cuarzo para que lo viéramos, a Jesús se le cayó y se partió contra el suelo en pequeñísimos pedazos. El profesor lo citó después de clase.
- Como ha sido un accidente y siempre eres un buen alumno en vez de llamar a tus padres para que pases un mal rato te voy a mandar a buscar otro trozo de cuarzo ahora durante el recreo al monte que hay detrás del colegio que ahí siempre ha habido.
Por supuesto Javier y yo lo acompañamos. El profesor estaba en lo cierto, había bastante cuarzo.
- Hay un montón de cuarzo en todos sitios, coge uno y vámonos. –dije
- Es increíble que todavía no se haya caído esa antigua mina.
- Si, pero lo que es más increíble es que haya alguien que venga a ponerle palos de madera para intentar que no se venga abajo.
- Demasiado extraño. ¿Por qué iba a querer alguien que no se venga abajo? De todas formas está abandonada.
- Puede ser que esté guardando algo dentro. ¿Vamos a mirar?
- Os recuerdo que tenemos que volver al colegio porque como no volvamos antes de que acabe el recreo nos vamos a meter en un problema de los gordos.
- El colegio está a dos pasos. Además todavía quedan 20 minutos para que acabe el recreo –dijo Jesús mirando el reloj
- Pues vamos a mirar dentro.
Como nos podríamos imaginar lo único que había era un túnel estrecho, muchos palos de madera como sujeción mal colocados y dos vías de tren dobladas en el suelo.
Jesús y yo entramos más adentro y Javier se quedó en la entrada apoyado en un palo. De repente el palo se cayó y la entrada también. Javier pudo escapar pero a Jesús y a mí, que estábamos más adentro, no nos dio tiempo a salir.
- ¿Estáis bien?
- Está todo oscuro. Espera, cogeré el móvil para alumbrar.
- Parece que la capa de tierra que nos separa no es demasiado gruesa así que iré a por una pala.
- Vale. Nosotros buscaremos otra aquí dentro.
Fuimos mina adentro en busca de una pala cuando nos encontramos una puerta de color gris metálico en el lado derecho. Destacaba con respecto al marrón del subsuelo. Estaba abierta, así que entramos y lo que más nos llamó la atención era que las bombillas estaban carroñosas y fundidas y en el suelo de ese pasillo había un montón de material de laboratorio roto, muchas probetas y tubos de ensayo, líquidos de muchos colores… Estábamos mirando constantemente al suelo mientras atravesábamos el pasillo, cuando vemos que el suelo iba haciéndose más limpio hasta que llegamos a un punto en el que el suelo estaba reluciente. Acabábamos de llegar a una habitación semiesférica hecha de un metal lúcido con un montón de máquinas que parecían recién sacadas de la fábrica ocupando todas las paredes. Además venían ronquidos de una puerta que casi no se veía situada entre dos máquinas. Los ronquidos estaban empezando a cesar. Ante esta situación, lo primero que se nos ocurrió fue salir corriendo a través del pasillo sucio. Estando otra vez en la galería principal de la mina vimos un haz de luz que venía de la entrada: Javier estaba en la entrada saludándonos con una pala y fuimos a su encuentro.
- ¡Eh! Javi, no te vas a creer lo que nos hemos encontrado. Estábamos buscando la pala y nos hemos encontrado un pasadizo muy sucio que llevaba a…
- Luego se lo contarás, el recreo ha acabado ahora mismo, vámonos ¡ya!- dijo Jesús mirando otra vez su reloj
Faltó poco para que nos pusieran un retraso. Nos quedamos con la intriga de saber que era aquello, así que nada más acabar las clases nos reunimos en el monte en la puerta de la mina. Allí pusimos al día a Javier sobre los hechos ocurridos en la mina con pelos y señales.
- Bueno, eso es todo.
- ¿Entramos por si acaso vemos algo?
- Eso es muy fácil decirlo pero nunca sabes que clase de personas son. Puede ser alguien normal, o un científico loco o asesinos…
- ¡Pero mira que has visto películas!
- ¿Se te ocurre alguna otra justificación?
- No, pero entrando se sale de dudas.
- Ya pero, ¿y si es verdad que son una banda de asesinos o ladrones?
- En un laboratorio secreto debajo de tierra, muy creíble –dijo irónico
- ¿Y si ahí es donde fabrican las pistolas y bombas a escondidas de la policía?
Hubo unos segundos de silencio
- Vale ya basta, voy a entrar
Nosotros dos, sin remedio, lo tuvimos que acompañar. La fuerza de voluntad con la que entró se convirtió en pequeños pasos de rata, y lo único que nos hacía seguir hacia delante era la presencia de nuestros amigos. Llegamos al famoso túnel del cementerio químico. El ruido que hacían los zapatos al pisar los cristales era muy sonoro. Paramos un momento. Oímos a alguien que se acercaba de la misteriosa habitación. Retrocedimos lo poco que habíamos avanzado y nos quedamos detrás de la puerta alguien gritó:
- ¡Ya ha llegado el paquete!
Se detuvo y regresó a la habitación sin ánimos de querer saber quien había pisado el suelo.
- ¿Lo habéis oído? Han pedido un paquete. Seguro que es una banda de ladrones.
- Pero si los ladrones roban porque no tienen dinero, ¿Cómo han podido pagar todos esos trastos futuristas que tienen ahí metidos?
- Entonces tiene que ser a la fuerza una fábrica secreta de bombas químicas. El otro día oí que hay fábricas secretas que hacen bombas químicas por si hay alguna guerra, como las que usaron en la 2ª guerra mundial que producían cáncer.
- Mmm... Puede que tengas razón
- Y el paquete que han pedido son las sustancias químicas que necesitan para hacer las bombas.
- ¿Estáis seguros?
- Completamente, si no te lo crees vamos a mirar pero vamos a quitarnos los zapatos para no hacer ruido.
- Ni hablar, tío, qué asco, aún no nos han vacunado contra el tétanos.
- Bueno, pues vamos extremadamente despacio.
Y tan despacio fuimos que tardamos en cruzar el pasadizo 7 minutos más o menos. Nuestros sigilosos pasos no despertaron la atención de los supuestos asesinos que fabricaban bombas. El pasillo se nos hacía eterno, ya empezábamos a oír la conversación de la gente. Las piernas nos flojeaban por momentos, el ambiente era el más adecuado para desmayarse: una caminata a través de un pasillo completamente oscuro con una banda de asesinos fabricando bombas al final del mismo. Llegamos al final y nos quedamos apoyados en un lado de la pared para pasar desapercibidos. El silencio se estableció momentáneamente. Luego sólo se oyó una voz que decía:
- Tráeme todo lo que hay en ese armario.
El cuerpo se nos paralizó. Alguien se iba a acercar al único armario de la sala que estaba precisamente al lado de la salida. Cogió lo que necesitaba y se volvió a la mesa de trabajo. Tuvimos una suerte inimaginable, podía haber visto nuestras sombras perfectamente. Lo peor vino cuando oímos.
- Le dije al cartero que nos dejara el paquete con el informe en la entrada de la mina. Que alguien salga a comprobar si ha llegado.
Ahora si que nos desmayamos. Justo cuando todo parecía perdido, mis rápidos reflejos me hicieron esconderme detrás del saliente de una roca de la pared. Mi movimiento activó el cuerpo de mis compañeros e hicieron lo mismo que yo. Fue inútil ya que el saliente era minúsculo y nos podían ver perfectamente. El hombre pasó al lado nuestro y tuvimos mucha suerte de que la oscuridad nos dejara ocultos. Desde nuestra posición actual podíamos ver lo que estaban haciendo. Estaban llenando un recipiente con líquidos.
- ¿Ves lo que decía? Eso es una bomba fétida – susurré a mis amigos.
- ¿Qué hacemos ahora? ¿Llamamos a la policía?
- Sí, pero espera un momento, quiero ver lo que hacen un poco más.
Nos quedamos tan atónitos observando cómo fabricaban sus productos que no nos dimos cuenta de que el hombre que había ido a por el correo estaba regresando.
- Eh, chavales, ¿que hacéis aquí?
Enseguida nosotros, impulsados por el miedo, dijimos sin pensar:
- ¡Por favor no nos haga daño, no diremos nada!
Nuestra repentina reacción atrajo a la demás gente de la sala.
- ¿Qué pasa aquí?
- Parece que esta pandilla de jóvenes cree que somos asesinos o algo.
- Eh, chicos, tranquilos, somos nada más que un grupo de humildes geólogos.
Nos quedamos un poco frustrados.
- ¿Y por qué estáis trabajando aquí abajo?
- Resulta más fácil estudiar el terreno cuando puedes acceder a él directamente.
- ¿Y qué me decís de todo el material químico del pasillo?
- Es que aquí han trabajado más científicos, pero nadie ha limpiado ese pasillo ni tampoco reparado las bombillas.
- ¿Y ese brebaje que estáis preparando qué es? Parece una bomba fétida
- Es una sustancia que mezclamos con la tierra para analizarla.
- Y antes hemos oído que habíais encargado un paquete con un informe…
- …sobre la composición del terreno de esta montaña.
- Ah… creo que eso lo explica todo.
Aquella noche, no nos acostamos con los mismos ojos. Aquel día ha estado lleno de aventuras, miedo y misterio, y nos hemos llevado uno de los mayores sustos de nuestras vidas. Me parece que le echamos demasiado cuento a la historia. Se podría decir que el poder de la imaginación de un niño es inimaginable.

4 comentarios:

  1. Me a gustado mucho , es una historia muy interesante

    ResponderEliminar
  2. pos a sio mù malizimò

    ResponderEliminar
  3. es muy largo y no melo e leido, la proxima vez hazlo mas corto

    ResponderEliminar