jueves, 25 de marzo de 2010

Relato de Francisco Liébana León, ganador del concurso "Solidaridad en las Letras"

Érase una vez un niño llamado Alfredo, muy bueno y cariñoso con todos, sobre todo con sus padres y hermanos. Todos decían de él que era algo especial, debido a su gran corazón.

Todos los días pensaba en cómo poder ayudar a los demás, todo lo que sus padres le daban de dinero, no lo gastaba y lo ahorraba en su cartilla de ahorros para poder reunirlo a final de mes y mandarlo a los países pobres, para poder vacunar a muchos niños.

Sus amigos le preguntaban:

- ¿Alfredo, no sales de paseo con nosotros?
El contestaba:
- No, no me apetece, además tengo que hacer deberes y estudiar
Ellos insistían:
- Todos hacemos deberes y estudiamos, pero también tenemos tiempo para salir un poco.

Él no quería decir que no tenía dinero para tomarse nada, pues los fines de semana todos los amigos iban a la pizzería. Pero para Alfredo esto no era ningún sacrificio, pues él lo hacía con gusto.

El padre de Alfredo era médico y pertenecía a una O.N.G. Todos los veranos en el mes de Agosto, viajaba a los países pobres para operar a muchos mayores y niños

Su padre se sacrificaba y en lugar de irse de vacaciones a la playa, se iba a trabajar de día y de noche a estos lugares. Su madre estaba de acuerdo, ella prefería esto a irse de vacaciones.

Alfredo había visto esto siempre en su casa y él estaba tan solidarizado con estas personas, que tampoco le importaba perderse las vacaciones.

Ya ha llegado Septiembre y su padre ha vuelto, eso sí, un poco desmejorado del trabajo realizado, pero sin embargo muy satisfecho.

El padre, D. Juan, pues así se llamaba, ha contado a Alfredo que se ha hecho muy amigo de un niño de su edad, es decir 13 años, llamado Julián María, el cual estaba muy enfermo, pero que se ha curado, y le ha hablado de Alfredo.

Su padre ha prometido llevarlo a Angola para verlo y que se conozcan los dos niños.

Alfredo está deseando que llegue otra vez el mes de Agosto para viajar con su padre. ¡No se podía creer lo que su padre le estaba diciendo!

Ya ha llegado Agosto y su padre va a cumplir con lo prometido. Alfredo va a viajar con él.



Su madre está un poco preocupada, ha advertido mucho a su padre para que tenga mucho cuidado de él, pues viajar a un país subdesarrollado es un poco preocupante.

Ya han llegado a Angola, D. Juan ha llevado a Alfredo a casa de Julián María. Alfredo ha pensado en silencio, “¡qué casa más extraña!” Se asombró al ver lo distinta que era a la suya, con tantas comodidades y con tan pocas como había allí.

Julián María al verlo, se puso muy contento y preguntó:

- ¿Tú eres Alfredo?
- Sí, yo soy. Contestó.
- ¿Quieres quedarte en mi casa? Dijo Julián María.
- Por supuesto, si tú me invitas.

La madre de Julián María pidió al doctor que se quedara allí Alfredo todo el tiempo que él estuviera trabajando, que ella lo iba a cuidar muy bien. El doctor agradeció con gusto el gesto y aceptó.

Los dos niños se hicieron muy amigos, jugaban a juegos que ellos mismos elaboraban. ¡Qué distinto era todo! Uno de esos juegos era unos alambres que enrollaban dándole forma de circulo y los lanzaban al aire para ver cual subía más alto, hacer un balón con trozos de tela prensados y estos lo envolvían en una bolsa y otros muchos más.

Pero para Alfredo este mes sería inolvidable. ¡Cómo con tan poco se podía ser tan feliz!, y que gran corazón tenía toda esa gente, con la que convivió tantos días, aunque para él los días se pasaron volando.

Nunca olvidará la amabilidad de esas personas tan pobres pero tan ricas de espíritu, lo divertido que fue todo para él, y con tan pocas cosas como había para entretenerse.

Qué diferente a lo nuestro, que lo tenemos todo y a veces decimos que nos aburrimos, y por eso mismo nos aburrimos, PORQUE LO TENEMOS TODO.

"La cueva de la luz", por Antonio Moya

¡RRRIIING! ¡RRRIIING! Sonó el despertador, como todos los días a la misma hora.
Había amanecido en Arenas, un pueblo costero de aproximadamente diez mil habitantes y que está en la provincia de Murcia. Es un pueblo blanco, porque todas sus casas están encaladas y tiene una playa grande con arena blanca , como sus casas.
Tomás se levantó y se puso sus vaqueros, su camiseta favorita y sus deportes. Desayunó sus cereales con leche, y tras peinarse salió de casa para irse al instituto, porque todabía era un muchacho de unos catorce años.
Al salir del instituto fue a su casa, comió, hizo sus tareas y como todas las tardes se fue a correr a la playa con su MP3, porque le gustaba mucho hacer deporte mientras escuchaba su música preferida.
Llevaba un buen rato corriendo cuando tropezó con algo que estaba medio enterrado en la arena, empezó a desenterrarlo y lo limpió un poco, era una vasija muy antigua, y estaba muy estropeada. Le quitó una especie de tapón y dentro encontró un mapa muy viejo, entonces se fue a casa de su amigo Carlos, porque a él se le daban bien los idiomas.
- ¡Hola Carlos! Vengo a enseñarte una cosa que he encontrado en la playa.
- ¿Sí? Pues enséñamelo.
- Es este mapa antiguo. ¿Podrás traducir lo que pone?
- No sé, vamos a intentarlo.
Se pasaron unas horas traduciendo lo que ponía, era un idioma parecido al inglés. Pero al final lo consiguieron. Señalaba la situación de una cueva que había en una cala de la que nadie había oído hablar, y decidieron ir a buscarla y explorarla.
- ¿Quedamos mañana después de clase?
- Si quieres, vale.
- Yo prepararé una linterna y algunas cosas más.
- Muy bien Tomás, tiene que ser muy interesante, tal vez seamos los primeros en explorarla.
Al día siguiente se encontraron en la playa y se dirigieron hacia el lugar donde el mapa indicaba que se encontraba la cueva, los dos estaban muy ilusionados con el descubrimiento del mapa y pensando que encontrarían en esa cueva. En el lugar donde el mapa señalaba la entrada de la cueva había una gran cantidad de arbustos que fueron apartando poco a poco hasta dar con una especie de grieta en la roca por la que podía entrar una persona.
Tomás y Carlos se miraron sorprendidos, al principio dudaron un poco pero al final decidieron entrar.
Una vez dentro se quedaron impresionados, porque era enorme y tenía muchas estalactitas y estalagmitas. También tenía una abertura en el techo por la que se colaban los rayos del sol como si de una ventana se tratara. La luz se reflejaba en las paredes de la cueva como si fueran espejos, de tal manera que no hizo falta la linterna de Tomás.
Continuaron explorando la cueva y entraron en una bóveda muy grande donde había un pequeño lago, se acercaron a él para verlo mejor, Tomás resbaló y cayó al suelo, con tan mala suerte que se hizo un corte en una mano con una roca. Carlos le dijo que se limpiara la herida en el agua y Tomás se acercó a la orilla y metió sus manos para limpiarse, se llevó una gran sorpresa al ver que la herida dejaba de sangrar y cicatrizaba rápidamente.
Los dos quedaron muy sorprendidos mirándose sin decir nada, pero entendieron que aquella agua tenía propiedades curativas.

miércoles, 24 de marzo de 2010

"La vieja ermita", por Dulce Miñana

La abuela se aclaró la voz por segunda vez y comenzó:
-En la vieja ermita vivía una niña con su abuelo. Ésta no era una niña normal, ya que no había ido al colegio en toda su vida. Pero no sólo por eso sino porque tenía un don especial. -mientras tanto, Juan intentaba imaginarse a la chica.-Tenía la capacidad de adivinar los pensamientos de las personas. Cuando el abuelo murió, a ella la querían llevar a un colegio internado; pero a los días desapareció. Concretamente en una noche oscura y pálida. Con unos ruidos tan raros que nadie sabía de dónde salían. Unos pensaron que murió de tristeza, otros; que se escapó. Pero la realidad es que el demonio le robó el don para dominar el mundo; con un ingenioso plan que no resultó al fin y al cabo. Y la chica aún prosigue allí. Unas chicas intentaron entrar…y murieron…también unos chicos….-la abuela continuó aunque Juan se hubiera dormido.

Se dio un golpe en la cabeza y se despertó. -¿Qué raro?-pensó.-Bueno, lo único que sé es que llamaré a mis amigos y nos iremos a la ermita dijo.-para investigar.

Clara, Humberto y Juan llegaron a la ermita de noche .Atravesaron bosques tenebrosos, lagos de fango, llanura extensas,…Mientras; ángel; que había escuchado toda la conversación de su hermano, había decidido gastarle una gran broma juntos con sus amigos. Se harían pasar por el demonio malvado y la niña aprisionada.

Cogieron cuerdas, máscaras, telas oscuras, arañas de goma,…todo lo necesario para una casa del terror. Y lo organizaron todo.
-Yo iré en mi coche con Jaime y Fran, nos adelantaremos y prepararemos todo.-dijo Ángel a sus amigos.
-Nati y yo nos iremos disfrazando, ¿vale? Nati de la niña y yo del demonio.-dijo Mª Teresa.
-De acuerdo allí nos vemos.-contestó Jaime con cara de tonto; porque a él le gustaba María Teresa.



Se hizo la noche y fue muy cerrada. Sin estrellas que brillaran brillantemente.
Durante todo el camino Humberto se comió cinco bocadillos de lomo y ocho chocolatinas. Clara empezó a pasar frío y Juan le prestó su chaqueta como un buen amigo. Clara se sonrojó porque Juan le había pasado el brazo por encima del hombro.
Entraron y buscaron por todas partes no encontraron nada salvo arañas, polvo, telas de arañas,…etc. Estaban a punto de irse cuando oyeron:
-Mmm…Agggg...mmm…
Clara y Humberto se agarraron a Juan, mientras éste, permanecía quieto, ya que, del miedo que tenía no podía moverse. Aunque la voz tenebrosa seguía diciendo:
-Devolvédme mi don, ¡devolvédmelo!... ¡Uhhh!-se oyó un chirrido de una puerta y la niña desapareció.

Los tres querían salir de allí rápidamente, aunque cuando llegaron a la puerta de salida principal, ¡estaba cerrada! Empezaron a chillar y llorar. En aquel momento llegaron Ángel y sus amigos riéndose. Les explicaron a los niños lo ocurrido. Cuando se iban a marchar, Nati saco la llave del bolsillo hondo y metió la llave en la puerta, pero ésta no abría. Todos se asustaron, pero aún más cuando se oyó:
-Agggg…mmm…devuélvemelo…dámelo…mi don…mmm…
Todos echaron a correr y Juan se cayó y se golpeo la cabeza de nuevo. Al despertar todo lo veía negro, excepto una sombra que aparento ser la figura del demonio malvado y cruel.


Al abrir los ojos, su abuela ya le tenía preparada la cena. Él dijo:
-¿Y la niña, y Ángel, Jaime, Fran…? ¿Clara, Humberto; y esa sombra qué era? ¿Dónde está la ermita? ¿Y aquella voz? ¿Por qué me duele la cabeza tanto?...

Tantas preguntas sin repuesta. Sólo una ¿un sueño? No imposible. Era todo muy real. ¿Había sido su imaginación? Aunque sólo había una clave, en sus manos tenía una llave. La llave de la ermita que se la dio Nati. Bueno, en realidad la cogió de la puerta, pero, ¿cómo había ido a parar esa llave a su mano? Él miró a su abuela desconcertado y su abuela le respondió con una sonrisa.

Relato de Elena Martínez, 2º ESO D

Una profesora con carácter aparentemente serio se encontraba pidiendo silencio a sus charlatanes alumnos, que no paraban de interrumpir aquella clase. Cuando por fin logró calmar las voces de aquellos niños y niñas que parecían críos, la profesora comenzó a escribir en la pizarra un trabajo para casa que consistía en preguntar a la gente de mayor edad del pueblo sobre leyendas que se hubieran transmitido desde años remotos en ese lugar.
-Deben de ser leyendas misteriosas, que interesen demasiado al resto de vuestros compañeros- dijo la profesora.
El día de la entrega del trabajo todos los alumnos se contaban entre ellos las leyendas que habían redactado, había de todo tipo: de héroes fantásticos, de pasadizos interminables, de princesas atrapadas en la Torre del pueblo… Todas las historias que contaban eran distintas, aunque había cinco alumnos que tenían exactamente las misma leyenda, dicha leyenda consistía en que unos musulmanes dejaron unas pertenencias en un lugar que la gente del pueblo desconocía y tendrían un gran valor, ya que las depositaron pensando que iban a volver a ese lugar, aunque nunca lo consiguieron. La profesora se extrañó al ver tantas historias exactamente iguales, con los mismos personajes las mismas fechas…
La profesora les preguntó que quién les había contado la historia y los cinco chicos respondieron que habían sido sus abuelos.
- Salid a la pizarra y contad cada uno una parte de la leyenda en la que todos coincidís- dijo la profesora, aún sin salir de su asombro.
Al contar la misteriosa leyenda, todos los alumnos quedaron completamente asombrados. La leyenda que cuando los musulmanes invadieron el lugar, hicieron una especie de escondrijo en la parte superior de uno de los monumentos más valorados del pueblo, del que se desconocía por completo dónde se situaba, en él se alojaron durante dos meses y, cuando tuvieron que marcharse del pueblo, dejaron unas pertenencias supuestamente muy valoradas, es decir, que dejaron sus pertenencias creyendo que volverían a recogerlas, aunque, por causas desconocidas, nunca lo consiguieron.
Los cinco alumnos, asombrados también, quedaron después de clase en el parque municipal, acordaron que debían de llevar más información sobre dicha leyenda.
- A las cinco y media en el parque municipal, ¿todos de acuerdo? – dijo uno de los chicos, llamado Víctor.
- ¡Vale!- respondieron todos a la vez.
Eran las cinco y media y estaban casi todos, sólo faltaba Almudena, una chica muy estudiante que solía llegar tarde a todos lados.
- Siento la tardanza, pero esta vez tiene una explicación, mi abuelo me ha dicho que se hace más o menos una idea sobre cuál puede ser ese misterioso lugar del que nosotros cinco hemos hablado en nuestras redacciones, él nos puede llevar hasta ese lugar- dijo Almudena.
- ¡Sería genial!- respondió Francisco, otro de los componentes del grupo.
- Bien, pues quedamos dentro de dos horas en la plaza principal del pueblo, mi abuelo también me ha comentado que muy pocos saben de esa leyenda y de lo que trata, y que debemos tomar precauciones a la hora de que nos vean entrando a lugares extraños, vamos, en los que la gente no suele entrar- añadió Almudena.
- Pues yo no sé si podré ir… tengo que estudiar para un examen que tengo de Tecnología y no sé si me dará tiempo- dijo Ana.
- ¡ Cállate, que aquí todos tenemos algo que hace! Entonces, dentro de dos horas en la plaza principal ¿no? ¡no acepto excusas!¿Y si esta leyenda fuese realidad? Pensadlo por un momento… ¡Sería genial! Así que… allí nos vemos- interrumpió Marina.
Todos se despidieron y cada uno comenzó a buscar más datos sobre el caso.
Llegaron las siete y media y allí se encontraban los cinco, bueno, los seis contando al abuelo de Almudena. Cada uno traía un dato nuevo sobre el lugar, sobre las misteriosas pertenencias… El abuelo de Almudena, llamado Manuel, pidió a los chicos que lo escuchasen:
- Hace un tiempo ya, mi padre me contó que muy poca gente del pueblo sabía de la existencia del escondijo, como así lo hicieron llamar los musulmanes cuando invadieron el lugar. Aunque mi padre y un amigo suyo sí sabían de aquel incógnito lugar, se encontraba en la parte superior de una antigua iglesia situada a las afueras del pueblo, hay que ir allí- dijo Manuel.
- Vamos en la furgoneta de mi tío, seguro que nos llevará encantado hasta ese lugar- dijo Francisco.
- Pero espera, es un poco tarde… vamos a esperarnos a mañana por la tarde, a primera hora, y ya tenemos toda la tarde para investigar, ¿no pensáis igual que yo?- interrumpió Almudena.
Todos estaban de acuerdo, así que quedaron al siguiente día a las cuatro en la casa de Pedro, el tío de Francisco, para así llevarlos a aquel extraño lugar.
En el colegio, los cinco chicos estaban muy nerviosos, no sabían lo que se iban a encontrar, si todo sería una simple broma, si encontrarían por fin el ansiado tesoro, si habría más cosas allí… en fin un cúmulo de preguntas que pronto se responderían.
Llegaron las cuatro de la tarde y todos se encontraban ansiosos en la puerta de Pedro, incluido Manuel, que por nada del mundo quería perderse esta ansiada aventura que ponía a cualquiera los pelos de punta.
Todos se montaron en aquella vieja furgoneta, amarillenta, y que ya necesitaba un buen lavado.
- ¡Vámonos!- dijo eufórico Pedro.
- ¡Vamos a resolverte leyenda!- añadió Marina.
Tras un rato interminable, llegaron al ansiado lugar, estaba muy a las afueras del pueblo y era un lugar sombrío, sin nada a su alrededor, sin flores, ni pájaros… pero al final del terreno se divisaban unas ruinas aparentemente muy bien conservadas, en lo alto se veían como una especie de habitaciones aunque aún no se distinguían con claridad debido a que se encontraban a una distancia considerable.
- ¡Corred, corred! ¡Quiero verlo ya!- gritó Almudena.
Al cabo de una interminable y angustiosa carrera, llegaron a la iglesia, presentaba un carácter robusto, con muchos ventanales situados a los lados y construida con piedra, parecía tener muchos años de antigüedad.
- Aquí deben de estar las respuestas a nuestras preguntas- manifestó Marina.
- ¡Vamos a encontrarlas! Pronto anochecerá y aquí no se podrán ver ni el blanco de vuestros ojos- añadió Víctor.
Los cinco se miraron unos a otros y decidieron entrar y comenzar aquella trepidante aventura.
Entraron por la que parecía ser la puerta principal, ya que era más grande y robusta que las demás. Cuando se adentraron en la iglesia se dieron cuenta de que estaba vacía y cada vez las esperanzas se hacían menores, hasta que se oyó:
- ¡Venid! ¡Corred! ¡Aquí hay unas escaleras! La leyenda decía que estaba en lo alto de un monumento ¿no? Pues, ¡subamos!- añadió Ana.
- ¡Vamos rápido! ¡éste es el lugar que buscamos!- dijo Francisco.
Subieron las escaleras como si de un incendio se tratase. Habían infinitos escalones, pero a los cinco minutos llegaron a la parte superior, ya que subían muy deprisa.
Cuando estaban en lo alto de aquella sombría iglesia se llevaron la sorpresa de que lo que había era como una casa pero de hace mucho tiempo, exactamente como contaba la leyenda, todo estaba lleno de polvo, aunque se podían distinguir dos sillones y dos habitaciones más. Comenzaron a deambular por aquella casa y, de pronto, escucharon un grito:
- ¡Ahhh! Ayudadme que me he quedado atrancado – sollozó Pedro.
Todos acudieron corriendo a ayudarle y se encontraron la sorpresa de que todo el suelo se había abierto y que Pedro, al hundir ese trozo, accionó un botón de color rojizo que ponía: “accionar”, todos quedaron maravillados y sorprendidos, mirando a todos los lados para comprobar si alguna compuerta se había abierto o si había cambiado algo del estado inicial con respecto a cómo se encontraron la habitación cuando entraron. Efectivamente, Almudena comprobó que uno de los cuadros se había caído al suelo y que en su lugar se habían abierto otras dos pequeñas compuertas.
- ¡Mirad! Algo ahí se ha abierto- exclamó Almudena, asombrada.
Todos corrieron hacia esa pared y contemplaron un sobre y una caja con abundante pedrería, Manuel lo cogió corriendo y lo llevó a una de las mesas. Marina abrió el sobre y comprobó que no entendía nada de lo que ponía.
La caja la abrieron entre Francisco y Víctor y comprobaron que había numerosas joyas, monedas y fotos de la supuesta iglesia cuando se construyó.
- Esta carta la podemos llevar al colegio, conozco a uno de los profesores que es traductor del árabe, y esto tiene pinta de ser ese idioma- dijo Francisco.
- ¡Buena idea!- respondieron todos al unísono.
- Regresemos, se está haciendo la oscuridad y debemos llegar rápido al coche, coged el cofre y el sobre, nos lo llevamos- Mandó Manuel
Todos se fueron impacientes al coche, deseando de que llegara ya el día siguiente para descifrar el contenido de aquella carta.
Al día siguiente, los cinco fueron a la sala de profesores en busca de Don Tomás, el profesor que, según Francisco, podría darles la respuesta de la carta. Al fin lo encontraron.
- Perdone, usted es traductor del idioma árabe ¿no es eso cierto?- preguntó Víctor.
- Sí, sí es cierto ¿por qué?- respondió Don Tomás.
- Mire, es que nos encontramos esta carta y queríamos saber si usted tiene la amabilidad de traducírnosla- dijo Marina.
- Sí, por supuesto, ahora mismo que tengo hora de guardia os la traduzco ¿vale?- dijo el profesor.
Todos se fueron maravillados y deseosos de que llegase ya la hora en la que vieran lo que ponía en esa carta.
A la media hora llego Don Tomás con un papel en el que estaba todo traducido, todos se lanzaron deseosos al papel y vieron que ponía:
“Dejamos aquí nuestras pertenencias heredadas por nuestros padres, con la ilusión de volver a tenerlas de nuevo en nuestras manos, aunque si en algún caso o por alguna circunstancia no volviésemos, esperamos que caigan en manos de alguien que no las eche a perder y que las cuide como si fueran suyas”
Todos quedaron asombrados, ¡La leyenda era cierta! Pero, ¿ahora qué harían con el tesoro?
- Yo creo que lo mejor sería llevarlo al ayuntamiento y así poder poner en marcha la construcción del pequeño museo con las cosas más populares de nuestro pueblo que la gente tanto ansía, y así de paso que investiguen la época, quiénes lo depositaron allí…- afirmó Ana.
- Yo opino lo mismo, es una muy buena idea por tu parte Ana- añadió Francisco.
Los cinco estaban de acuerdo y decidieron llevarlo esa misma tarde al ayuntamiento del pueblo. Lo llevaron y allí dijeron que tenía mucho valor, comenzaron a hacerles preguntas sobre su hallazgo y llegaron a la conclusión de que cuando lo depositaron fue en la época mozárabe y fue escrito por dos de los mayores creyentes de esa época, que vivían en la parte superior de la iglesia, ya que eran los encargados, aunque desgraciadamente, tuvieron que abandonarla porque en su país comenzó la guerra y debían luchar por los suyos.
Dicho esto, los cinco chicos estaban emocionados, sabían que habían hecho algo bueno por esos árabes que con tanto cariño dejaron esas pertenencias para que alguien las cogiera y las tratase como debieran.
Finalmente, esta aventura que vivieron la contaron a toda la clase y todos y cada uno de ellos quedaron asombrados, con las bocas abiertas, ya que era una historia que no se conocía todos los días y que a todo el mundo interesaba. Al final la historia fue conocida en todo el pueblo y los que descifraron su mensaje también, incluidos el abuelo de Almudena y el tío de Francisco.

"Un buen lío", por Juan María Míllán Medel, 2º ESO D

En el momento en que cruzaban el puente, escucharon la explosión que venia del descampado de detrás de la estación, un lugar abandonado, con una gran nave llena de artilugios relacionados con la industria de el ferrocarril.
No tardaron ni cinco minutos en llegar al lugar en el que se podía apreciar a muchos kilómetros de distancia el humo de la explosión. Alberto y Juanma estaban allí, apiñados en multitud, como la cantidad de vecinos que estaban al alrededor aterrorizados por el terrible ruido. Minutos después, llegaron los bomberos locales, ambulancias, policía local… etc.
-¿Qué a pasado? ¿por qué alguien no nos da una explicación?- preguntaban los vecinos horrorizados.
Los dos amigos estuvieron allí asta que el bullicio de la gente se calmo un poco. Volvieron a casa de Felipe, el compañero de clase de Juanma. Los dos, asustados contaron lo ocurrido a Felipe, él, impresionado, preguntó:
-¿Habrá sido lo nuestro?- preguntó.
-Ni remota idea, le preuntaré a mi tío, es policía, investigarán un poco y sacaran una conclusión- respondió Juanma.
-Hemos trabajado mucho para conseguir ese cargamento, y de repente, ¡¡PUM!! Todo echado a perder, ojalá no haya sido culpa nuestra, pero de todas maneras, no nos queda nada. ¡NADA!
Los chicos estaban reunidos, esperando a que terminaran las labores de investigación sobre lo que ha podido ocurrir. Juanma corrió a su casa, a la entrada de su casa oyó a su madre hablar por teléfono, estaba hablando de lo ocurrido con la nave del descampado. Juanma preguntó a su madre:
-¿Quién es mama?-preguntaba mientras su madre respondía a la persona que estaba al otro lado del teléfono.
-Es tu tío, tu tío Gregorio.-le respondió cabreada.
La conversación parecía más interesante aun:
-Sí, sí, ¿unos petardos?, ¿en ese almacén abandonado?, pues valla medidas de seguridad que tiene esta gente de la alcaldía - decía su madre.
Rápidamente y sin reaccionar, Juanma fue corriendo a su cuarto, marco el teléfono de Alberto…, no había respuesta, estaba comunicando. Pulsó corriendo el enlace de SMS y puso sin pensar:
Oye, Felip mndale un sms a Albrt, k no m cntsta, rapid, m acbo d enterr, an sdo ls petrdos, an stalldo, irems a un refrmtorio
Pulsó el botón de enviar y minutos después sonó su móvil, era Alberto.
-Juanma, ¿es verdad eso? Madre mía… ¿Porque los tuvimos que aceptar? Ese tipo… maldito idiota, oye, ¿hablamos mañana vale?
Cuando Juanma se levantó, vio a su madre en el salón, mirando las noticias. Casi todos los canales de televisión estaban dando esa noticia. Salió de su casa despidiendo a su madre con un simple adiós
Cuando llegó al instituto, vio en la puerta a Alberto y a Felipe, su conversación no era la típica de todos los días, no era la de si el Real Madrid había fichado a tal jugador o de si el Barcelona iba a echar a un par de jugadores más. Quisieron volver después de clase a ver como estaba su escondrijo para el cargamento, y no estaban hablando de un par de cajas de petardos, no, estaban hablando de 500 kilos .
Cuando llegaron no había nadie por los alrededores, decidieron explorar un poco. Estuvieron recordando cuanto les costó adquirir ese almacén, la verdad, estuvieron hablando de quien fue el que dio las patadas mas fuertes para abrir la puerta, y cuanto tuvieron que poner para la nueva cerradura, eso fue todo lo que les costó ese local.
También estuvieron recordando la cara del maldito bastardo que les acababa de meter en el mayor lío de sus vidas, porque lo que ellos sabían es que las cámaras de seguridad de la estación estarían ahora siendo revisadas por los policías de el pueblo, para ver quién pudo ser el causante de la explosión. Juanma intentaba tranquilizarlos, había estado varias veces en una revisión de cintas con su tío, solo revisaban las de 2 días antes, y ellos no pisaban el almacén desde hace más de una semana.
Cuando estuvieron viendo lo que quedaba de su maravilloso zulo, se dieron cuenta de que una parte de la nave, seguía casi intacta. Los ojos de los chicos se abrieron lo mas que pueden abrirse unos ojos, al contemplar que la habitación que guardaba la carga de petardos, seguía intacta, y encima, con el candado que varios días atrás puso Alberto.
En ese momento, esa alegría pasó de terror en un segundo, alguien estaba dirigiéndose al interior de la nave, rápidamente, se escondieron en el interior de una grúa con la que conseguían poner los trenes sobre los raíles. Los tres chicos estaban aterrorizados, muy aterrorizados, no sabían quien eran los dos chicos que acababan de entrar. De repente, empezaron a hablar:
-Mira tío, menos mal que nos llevamos toda esa mierda hace dos días, ¿cuánto quedaba por coger? ¿50, 60 kilos? Eso sería lo que estalló, y encima al lado de ese montón de barriles, seguro que sería gasoil, o algo parecido- dijo uno.
De repente, mas problemas para los tres chicos que estaban escondidos, de repente y sin sentir ni los pasos, cinco policías estaban acorralando a los dos individuos que de repente estaban esposados.
-Están ustedes detenidos por orden de la justicia, acusados de provocar la explosión del día pasado. Tienen derecho a permanecer en silencio, todo lo que digan puede ser utilizado en su contra- dijo uno de los policías
Los chicos impactados dijeron:
-¿Qué están haciendo? Quitadme las esposas, yo no he hecho nada- dijo el muchacho, mientras el otro se quedaba callado.
- Vosotros dos vendréis con nosotros a declarad, sois sospechoso-dijo el policía.
Cuando reaccionaron, los tres amigos, llenos de sudor por la frente, ninguno se creía lo que estaba pasando, habían detenido a dos inocentes solo por estar allí, eso no podía ser cierto. Juanma recordó lo que dijo ese tipo, ``menos mal que ya nos lo hemos llevado todo´´. Alberto, se saco corriendo su llave, junto con otro montón de llaves que guardaba en su llavero. Cuando abrieron la puerta, y vieron que en la habitación no había nada, absolutamente nada se quedaron con la boca abierta.
No sabían que decir, ninguno sabían que decir en ese momento, pero a Felipe se le ocurrió la magnífica idea de subir al cuartel de la Guardia Civil, allí estarían los dos chicos. Juanma sabia perfectamente gracias a su tío, donde se interrogan a los sospechosos.
Habían llegado al cuartel, se escondieron detrás de la ventana de la habitación, ya se escuchaban voces, sin duda era Gregorio, el tío de Juanma
-¿Vosotros os pensáis que los policías somos idiotas?¿eh, es eso?¿pues estáis equivocados, sólo os queda decirnos una cosa, que sois culpables, que tenéis la culpa, de esa forma sólo os caerán dos, quizá tres pares de meses en un reformatorio- decía Gregorio.
En ese momento el chico dijo:
-No me declaro culpable de hacer estallar el cargamento de petardos, pero sí de ladrón, ¿cuánto tiempo tendré que estar en el reformatorio ese?, que le voy a dar los nombres de los personajes que vendían ilegalmente esos petardos, que le parece- dijo el chico.
- Me parece bien Pedro-dijo Gregorio.
- Con una condición, cumpliréis tanto tu amigo como tú, pero no seras acusado de ladrón, hasta que los nombres que me vas a dar supuestamente declaren como culpables- aclaró
- Por supuesto señor, aquí los tiene- dijo señalándole el papel que había dejado en la mesa.
En el papel ponía:
Juan María Millán Medel
Alberto Garrido López
Felipe Marcos Torres Gómez

A Gregorio le estalló la pupila cuando vio en el papel el nombre de su sobrino. Pero más intriga sufrían los chicos que estaban espiando por la ventana, que no savia que nombres había puesto Pedro en ese papel. Pero el policía le siguió insistiendo:
-¿Estás seguro de estos nombres?- Preguntó
-Sí lo estoy-aseguró
-Muy bien, ¡chicos quedaros en la habitación un momento, ahora vuelvo- digo saliendo por la puerta del cuartel.
Gregorio llamó enseguida al móvil de Juanma que cogió inmediatamente
-Chaval, no sabes en que lío estáis metidos tus amigos Alberto, Felipe y tú, ¿Dónde estáis? Necesito hablar con vosotros para que me aclaréis una cosa sobre el tema de la explosión - dijo con voz insinuante
- Estamos cerca de la puerta del cuartel, ¿te esperamos aquí?- digo cagado de miedo.
- Anda, que sorpresa, estoy justo en el cuartel, ven a mi despacho, ya sabes donde esta, la tercera puerta a la izquierda del segundo pasillo, no tardes.
Cuando Juanma colgó el teléfono, los chicos se reunieron y los tres dijeron a la vez:
-``La casa del traficante´´
Fueron corriendo al despacho de Gregorio, y sin dejarle hablar le replicaron que por favor fueran a una casa a las afueras de Mengíbar, allí vivía una persona, una persona que sin duda era el causante de toda este problema, se montaron en el coche y se lo explicaron todo por el camino.
-Ese tío, nos vio jugar en la plaza con los petardos, y nos pidió que si queríamos vender nosotros, nos lo pidió por favor, y nos dio un camión entero de petardos, que nosotros vendíamos ilegalmente, también quería pedir perdón por estar espiando por la ventana de la sala de declaraciones- decía rápidamente mientras su tío le interrumpió
- No te preocupes, lo importante es que estés bien, se que estabas allí, mas que nada porque te vi en las cámaras de seguridad, una pregunta, ¿conoces al tipo que te dijo que vendieras los petardos?
- Sí, lo conozco, ha estado muchas veces con mi padre, son muy amigos, pero no le dije nada a mi padre, porque me castigaría.
- bueno, vale, y otra cosa, Pedro Fernández, y Fran Gutiérrez, ¿los conocéis?
-Sí, los conocemos, eran nuestros enemigos en segundo, ¿por qué?
-Se han inculpado de ser ladrones que se han llevado los petardos del almacén
- Así que fueron ellos…
Cuando llegaron a la casa de el hombre que Juanma digo haber sido el traficante de petardos, el tío de Juanma, Gregorio, intento abrir por la fuerza, pero no se podía, se alejaron unos metros, para rodear la casa, era una casa rural, vieja por el tiempo, pero parecía acogedora. Juanma vio una ventana e inmediatamente Gregorio entro por ella, vio al hombre durmiendo, al que esposó, mientras exploraban la casa.
Estaba llena de petardos, cajas y cajas apiladas, era difícil no sospechar de él,
Roberto, como así se llamaba el traficante, declaro ser el culpable, le cayeron cinco años por trafico de explosivos, gracias a dios, a los cinco chicos, a Juanma, a Felipe, a Alberto, a Pedro y a Fran, solo le cayeron unos meses de castigo.

"La llave mágica", de Miguel Roldán, 2º ESO F

A un comerciante emprendedor, que se dirigía al notario para ver los papeles de su comercio, al atravesar un mercado bullicioso le robaron la cartera en la que llevaba los papeles del comercio. Fue una asaltadora de caminos que se refugió en una cabaña del bosque, lo malo era que había muchas cabañas y todas parecían iguales.

Mientras volvía a su casa sin la cartera, oyó hablar a unos vendedores de una llave mágica que abría todas las puertas. Rápido se dirigió a una biblioteca cercana, y en un libro sobre objetos mágicos vio que era cierto y que se hallaba en una cueva cercana al río Amazonas, llamada la Cueva del Mono Bailón.

Para poder conseguir la llave tenía que pasar las siguientes pruebas:
El salto de la liana, el pasillo de las lanzas, la boca del mono, la sala de arena y la lucha contra un gorila amazónico. Para ello necesitaba la ayuda del guardián de la cueva, que era un mono, pero no un mono cualquiera, un mono con poderes místicos.

Cuando hubo comprado el billete, se puso rumbo a la cueva del Mono Bailón. Cuando llegó buscó al mono por toda la selva y no lo encontraba, luego lo reconocío por la marca que tenía en el rabo, y estaba durmiendo en un árbol. Le contó lo que le había pasado y el mono le quiso ayudar, porque podía hablar y comprendió todo lo que el comerciante le dijo. Se pusieron en marcha a la cueva y cuando llegaron a la entrada el mono pronunció un extraño código en otro idioma, supongo que era el de los monos. De repente se abrió una puerta en forma de un mono bailando y con unas extrañas ropas. Pasaron por un gran pasillo que desembocaba en una gran sala con un agujero enorme y del centro colgaba una corta liana, ahí estaba la primera prueba y una de las más peligrosas, debido a las estacas que había en el fondo del agujero. El mono saltó y cruzó sin problemas, pero al comerciante, que estaba rechoncho al saltar y agarrarse a la liana se le escurrió la mano y casi se cae, pero con un impulso de sus piernas logró cruzar hasta el otro lado mientras el mono se reía de el, porque estaba tan gordo que casi se cae.

Cuando llegaron a la segunda prueba, había un pasillo con estatuas de monos con la boca abierta y diferentes poses de baile. El mono le explicó la prueba al comerciante y para asegurarse de si el comerciante lo había entendido el mono cogió un plátano y lo lanzó al pasillo, al instante las estatuas escupieron varias lanzas y atravesaron el plátano por completo, y el comerciante se quedó alucinado.
Primero pasó el mono. Luego pasó el comerciante, que como estaba tan gordo, iba tan lento que si no lo atraviesan las lanzas fue de milagro. Cuando llegaron a la tercera prueba, era una sala con un dibujo de la cabeza de un mono con la boca abierta dibujado en el suelo. El mono lanzó una cáscara de plátano sobre las piedras que formaban la boca del mono, inmediatamente la piedra sobre la que cayó la cáscara del plátano se cayó dejando, un pequeño agujero. El mono que cruzó primero de dos saltos llegó al otro lado, el comerciante esta vez no corrió riesgo, se dio prisa y llegó sano y salvo.

Ya casi habían llegado hasta la llave, pero aún faltaban dos pruebas. Cuando llegaron a la cuarta prueba, había cabezas de monos pegadas a la pared, en cuanto pisaron el suelo de la sala, la entrada y la salida de la habitación se cerraron y las cabezas de los monos empezaron a echar arena por los ojos. Tenían que encontrar la salida secreta antes de que murieran asfixiados. La salida secreta estaba cerca de una de las cabezas de mono. Cuando consiguieron salir se dirigieron a la última y la más difícil de las pruebas, luchar contra un gorila amazónico. Llegaron a la habitación y frente a ellos había una gran puerta con un dibujo del gorila con el que se iban a enfrentar. El comerciante al ver ese dibujo se puso tan pálido, que no se distinguía entre él y la leche. Una vez recuperado, el mono pronunció el mismo código de antes, de pronto se abrió la puerta y no se escuchó nada más que el terrorífico rugido del gorila aproximándose rápidamente con ansias de sangre y muerte, al que osaba enfrentarse contra él. El comerciante no podía tenerse en píe del miedo, y cuando vio aquella bestia tan grande y tan peligrosa, un escalofrío recorrió su espalda, el corazón se le subió a la garganta y si el pelo no se le cayó creo que fue un milagro.

Cuando estaban listos para luchar, el mono le entregó al comerciante una especie de lanza de piedra, y le dijo que el punto débil del gorila eran los ojos. Después de luchar un buen rato, el comerciante estaba muy cansado y el gorila de un zarpazo casi lo devora. Pensó en lo que el mono le dijo y, de repente el comerciante cogió un puñado de arena y se lo lanzó al gorila en los ojos, el simio empezó a rugir tan fuerte que parecía que el techo se iba a derrumbar, asestó diferentes golpes al aire y se rascaba con fuerza los ojos. El comerciante rápido atravesó con la lanza el pecho del gorila, el simio de pronto se desplomó en el suelo mientras un gran charco de sangre bañaba las botas del comerciante.

Pasaron a otra sala diferente, donde había un altar decorado con plantas exóticas y adornos de oro y plata, en el centro de ese altar estaba el objeto que necesitaba para poder encontrar su cartera, el objeto era la llave mágica estaba hecha de oro con incrustaciones de diamantes y gemas. Cuando cogieron la llave, la cueva empezó a derrumbarse, el mono y el comerciante salieron a correr tan rápido que pasaron diez minutos y ya estaban fuera de la cueva cuando el mono le dijo que quería ir con el a su país. El comerciante aceptó y cogieron el primer avión para ir al Congo.


Una vez allí se dirigieron al bosque donde se refugiaba la asaltadora de caminos, empezaron a abrir las puertas de las cabañas y cuando abrieron algunas encontraron a la asaltadora de caminos con la cartera del comerciante en la mano. La mujer quiso escapar por la ventana y lo consiguió pero el mono la siguió hasta un lago cercano a la cabaña, y justo cuando la mujer se iba a escapar el mono se abalanzó sobre ella haciéndola tropezar. El comerciante recuperó la cartera con los papeles del comercio y a la asaltadora le dieron sentencia. El comerciante al día siguiente abrió su nuevo comercio como cerrajero.

Relato de María Medina Menéndez

La clase de Javier iba de excursión a Córdoba . Todos se montaron en el autobús de camino a un pueblo muy antiguo y pequeño donde se alojarían en un cortijo situado a las afueras . El pueblo era aún mas pequeño de lo que imaginaban . Al llegar al cortijo todos se quedaron sorprendidos. Era grande y antiguo, la fachada era típica pero estaba desgastada por el tiempo y tenía manchas de humedad. Entraron en un gran comedor donde había dos mujeres y un hombre. La primera mujer se presentó como la cocinera, el hombre como el jardinero y la última mujer como la encargada del cortijo. Se repartieron las habitaciones. Javier, Carlos, Mercedes y Marta siguieron a la encargada atravesando el patio y metiéndose en el lugar más apartado del cortijo.
-Este es vuestro cuarto, no tenemos más habitaciones y hemos acomodado la antigua cuadra para que la uséis . Buenas noches –dijo la encargada abriendo la puerta para marcharse.
- Una última cosa, no subáis a lo alto de la cuadra , hay muchas herramientas y podríais haceros daño – se despidió .
Los cuatro amigos estaban poniéndose cómodos y hablando cuando se oyeron sollozos y gritos.
- ¿Habéis oido eso?- preguntó Marta .
- No oigo nada – dijo Carlos.
- Viene de ahí arriba- dijo Mercedes .
- Alguien está llorando y gritando- contestó.
- Bah , olvidémoslo . Vamos a dormir anda- terminó Javier.
Los cuatro se acostaron y cuando todos estaba dormidos los gritos y sollozos empezaron otra vez más rápidos y fuertes. Marta, que no podía dormirse, gritó y los demás se despertaron.
-¡Shh! Esta vez lo he oido, viene de la parte de arriba-dijo Carlos.
-Vamos a subir y acabar con esta tontería , seguro que es algún animal- sugirió Javier.
-La mujer nos ha dicho que no subiéramos-dijo Mercedes.
Javier ya había cogido una linterna y quitaba los trastos de la escalera ayudado por Carlos. Marta y Mercedes les siguieron. Cuando los cuatro estaban enfrente de la puerta, se dieron cuenta de que estaba cerrado con candado. Carlos cogió una barra de hierro y empezó a golpear el candado hasta que lo rompió. La puerta chirrió al abrirse y les vino una bocanada de aire que les puso los pelos de gallina.

-Yo no entro ahí –dijo Marta.
- Vamos, la mujer ha dicho que solo hay herramientas, no pasa nada- dijo Javier.
Cogió la mano de Javier y entraron. Apuntaron con las linternas y alumbraron muy sorprendidos ya que allí, sólo había una habitación detenida en el tiempo. Los muebles eran de otra época y tenían kilos de polvo. Había una cama, un armario, un escritorio y montones de cajas. Era raro ya que la ventana de la habitación que se veía por fuera estaba tapiada por dentro. Dieron una vuelta por la habitación.
-Aquí no hay nada – dijo Carlos.
-Vámonos a dormir , por la mañana investigaremos-dijo Javier.
A la mañana siguiente, depués del desayuno , buscaron a la encargada para contarle lo sucedido la noche pasada y preguntarle por la habitación detenida. Cuando la encontraron, Marta empezó contándole lo sucedido por la noche.
-¡Os dije que no entrarais ahí ! Maldita sea…… - dijo la señora pegando voces.
-Usted sabe algo más ¿verdad?- preguntó Mercedes.
-Sabía que era mala idea que durmierais ahí- contestó
-Puede contárnoslo señora, nosotros no diremos nada, pero de lo contrario no pienso volver a dormir allí ni una noche mas…
-Está bien, supongo que ha llegado el momento de contarlo. Seguidme.
Los cuatro pusieron excusas diversas para saltarse las actividades e intrigados siguieron a la mujer a una habitación.
-Veréis , hace ya mucho tiempo los dueños de este cortijo eran un matrimonio muy rico que tenía dos hijos. El mayo era muy avaricioso y orgulloso como el padre, el cual estaba muy orgulloso de él . El segundo, era un chico al que le daba igual el dinero le encantaba dibujar. El padre buscaba una muchacha adinerada con la que casar a su segundo hijo para que le enderezase. Cuando se lo comunico a su hijo un dia comiendo en el jardín, él se negó en rotundo a casarse. Y tras una larga pelea el joven confesó a su padre que era homosexual. A partir de eso , las gentes del pueblo empezaron a hablar. El padre lleno de vergüenza y de rabia buscó un buen castigo para su hijo. EL joven que se pasaba los días en el techo de la gran cuadra mirando por la ventana fue sorprendido por su padre y un par de trabajadores. Empezaron a meter allí todas sus cosas y a tapiar la ventana .El joven no supo reaccionar hasta que se fueron poniendo un candado a la puerta. Los pocos días que duro hasta su muerte se los pasó llorando y suplicando . Cuando lo dieron por muerto , entraron y sacaron su cadáver para enterrarlo en las montañas alejado del pueblo y cerraron la habitación con un candado. Todas las noches que he vivido aquí he oído lo mismo que vosotros-concluyó.
Los chicos , aún traspuestos por la historia, empezaron a hablar:
-¿Y por qué sigue llorando? – preguntó Mercedes.
-Lo mismo me he preguntado siempre- aclaró la mujer.
-Tengo una idea, seguidme- dijo Javier.
Los cinco fueron hasta la cuadra y subieron a la habitación. Javier cogió un martillo y le dió otro a Carlos . Ambos empezaron a golpear el muro que tapiaba la ventana, hasta que los primeros rayos de sol inundaron la habitación.
-Creo que el joven ya sabía lo que le esperaba desde que le dijo a su padre eso. Esta ventana era su lugar favorito donde se apartaba de sus problemas y el hecho de que se lo quitaran creo que le dolió más que su propio encierro.
Los cuatro lo pensaron y le dieron la razón a Javier . La mujer se preguntaba cómo no se había dado cuenta en todo este tiempo y se quedó a dormir con ellos para ver si los gritos y sollozos cesaban. Esa noche ni ninguna otra se volvió a oír al joven.

martes, 23 de marzo de 2010

Relato de Nacho Torralbo

Acababa de amanecer un hermoso día, despejado y con una temperatura agradable a diferencia del anterior. Como todos los días, íbamos a pasar las seis primeras horas en el viejo y único centro educativo de nuestra aldea, con tan reducido número de habitantes que ni siquiera tenía un nombre. Todos los vecinos la llamaban simplemente, eso, “aldea”. En ella no había atracciones turísticas, ni edificios, ni coches… no era necesario el transporte ya que posiblemente no hubiese más de 30 ó 40 calles. Los vecinos vivían de sus propios cultivos, de los cuales una parte se vendían en el mercado. Los niños jugaban despreocupados por las calles débilmente asfaltadas los fines de semana.
Como todas las mañanas, nuestra pandilla J, Juan, Jesús y Javier, fuimos a reunirnos en la plaza del mercado para ir juntos al colegio. La nuestra era una pandilla de “empollones”, según mis compañeros de clase somos Juan el atleta, Jesús el científico y Javier el poeta. Nuestras pasiones eran completamente distintas, sin embargo éramos amigos. Nos caíamos bien porque a los tres nos gustaba también dar paseos en bici, jugar al futbol…
Llegamos a la escuela y era viernes, lo cual significaba una clase de gimnasia para empezar el día. Después vino la clase de lengua donde el profesor nos deleitó con uno de sus poemas de García Lorca. La siguiente clase fue la de ciencias en la que seguimos estudiando los minerales. Todo el mundo parecía aburrido excepto nuestro fiel amigo Jesús que presentaba una cara de entusiasmo que saltaba a la vista. El problema vino cuando el profesor pasó por las mesas un trozo de cuarzo para que lo viéramos, a Jesús se le cayó y se partió contra el suelo en pequeñísimos pedazos. El profesor lo citó después de clase.
- Como ha sido un accidente y siempre eres un buen alumno en vez de llamar a tus padres para que pases un mal rato te voy a mandar a buscar otro trozo de cuarzo ahora durante el recreo al monte que hay detrás del colegio que ahí siempre ha habido.
Por supuesto Javier y yo lo acompañamos. El profesor estaba en lo cierto, había bastante cuarzo.
- Hay un montón de cuarzo en todos sitios, coge uno y vámonos. –dije
- Es increíble que todavía no se haya caído esa antigua mina.
- Si, pero lo que es más increíble es que haya alguien que venga a ponerle palos de madera para intentar que no se venga abajo.
- Demasiado extraño. ¿Por qué iba a querer alguien que no se venga abajo? De todas formas está abandonada.
- Puede ser que esté guardando algo dentro. ¿Vamos a mirar?
- Os recuerdo que tenemos que volver al colegio porque como no volvamos antes de que acabe el recreo nos vamos a meter en un problema de los gordos.
- El colegio está a dos pasos. Además todavía quedan 20 minutos para que acabe el recreo –dijo Jesús mirando el reloj
- Pues vamos a mirar dentro.
Como nos podríamos imaginar lo único que había era un túnel estrecho, muchos palos de madera como sujeción mal colocados y dos vías de tren dobladas en el suelo.
Jesús y yo entramos más adentro y Javier se quedó en la entrada apoyado en un palo. De repente el palo se cayó y la entrada también. Javier pudo escapar pero a Jesús y a mí, que estábamos más adentro, no nos dio tiempo a salir.
- ¿Estáis bien?
- Está todo oscuro. Espera, cogeré el móvil para alumbrar.
- Parece que la capa de tierra que nos separa no es demasiado gruesa así que iré a por una pala.
- Vale. Nosotros buscaremos otra aquí dentro.
Fuimos mina adentro en busca de una pala cuando nos encontramos una puerta de color gris metálico en el lado derecho. Destacaba con respecto al marrón del subsuelo. Estaba abierta, así que entramos y lo que más nos llamó la atención era que las bombillas estaban carroñosas y fundidas y en el suelo de ese pasillo había un montón de material de laboratorio roto, muchas probetas y tubos de ensayo, líquidos de muchos colores… Estábamos mirando constantemente al suelo mientras atravesábamos el pasillo, cuando vemos que el suelo iba haciéndose más limpio hasta que llegamos a un punto en el que el suelo estaba reluciente. Acabábamos de llegar a una habitación semiesférica hecha de un metal lúcido con un montón de máquinas que parecían recién sacadas de la fábrica ocupando todas las paredes. Además venían ronquidos de una puerta que casi no se veía situada entre dos máquinas. Los ronquidos estaban empezando a cesar. Ante esta situación, lo primero que se nos ocurrió fue salir corriendo a través del pasillo sucio. Estando otra vez en la galería principal de la mina vimos un haz de luz que venía de la entrada: Javier estaba en la entrada saludándonos con una pala y fuimos a su encuentro.
- ¡Eh! Javi, no te vas a creer lo que nos hemos encontrado. Estábamos buscando la pala y nos hemos encontrado un pasadizo muy sucio que llevaba a…
- Luego se lo contarás, el recreo ha acabado ahora mismo, vámonos ¡ya!- dijo Jesús mirando otra vez su reloj
Faltó poco para que nos pusieran un retraso. Nos quedamos con la intriga de saber que era aquello, así que nada más acabar las clases nos reunimos en el monte en la puerta de la mina. Allí pusimos al día a Javier sobre los hechos ocurridos en la mina con pelos y señales.
- Bueno, eso es todo.
- ¿Entramos por si acaso vemos algo?
- Eso es muy fácil decirlo pero nunca sabes que clase de personas son. Puede ser alguien normal, o un científico loco o asesinos…
- ¡Pero mira que has visto películas!
- ¿Se te ocurre alguna otra justificación?
- No, pero entrando se sale de dudas.
- Ya pero, ¿y si es verdad que son una banda de asesinos o ladrones?
- En un laboratorio secreto debajo de tierra, muy creíble –dijo irónico
- ¿Y si ahí es donde fabrican las pistolas y bombas a escondidas de la policía?
Hubo unos segundos de silencio
- Vale ya basta, voy a entrar
Nosotros dos, sin remedio, lo tuvimos que acompañar. La fuerza de voluntad con la que entró se convirtió en pequeños pasos de rata, y lo único que nos hacía seguir hacia delante era la presencia de nuestros amigos. Llegamos al famoso túnel del cementerio químico. El ruido que hacían los zapatos al pisar los cristales era muy sonoro. Paramos un momento. Oímos a alguien que se acercaba de la misteriosa habitación. Retrocedimos lo poco que habíamos avanzado y nos quedamos detrás de la puerta alguien gritó:
- ¡Ya ha llegado el paquete!
Se detuvo y regresó a la habitación sin ánimos de querer saber quien había pisado el suelo.
- ¿Lo habéis oído? Han pedido un paquete. Seguro que es una banda de ladrones.
- Pero si los ladrones roban porque no tienen dinero, ¿Cómo han podido pagar todos esos trastos futuristas que tienen ahí metidos?
- Entonces tiene que ser a la fuerza una fábrica secreta de bombas químicas. El otro día oí que hay fábricas secretas que hacen bombas químicas por si hay alguna guerra, como las que usaron en la 2ª guerra mundial que producían cáncer.
- Mmm... Puede que tengas razón
- Y el paquete que han pedido son las sustancias químicas que necesitan para hacer las bombas.
- ¿Estáis seguros?
- Completamente, si no te lo crees vamos a mirar pero vamos a quitarnos los zapatos para no hacer ruido.
- Ni hablar, tío, qué asco, aún no nos han vacunado contra el tétanos.
- Bueno, pues vamos extremadamente despacio.
Y tan despacio fuimos que tardamos en cruzar el pasadizo 7 minutos más o menos. Nuestros sigilosos pasos no despertaron la atención de los supuestos asesinos que fabricaban bombas. El pasillo se nos hacía eterno, ya empezábamos a oír la conversación de la gente. Las piernas nos flojeaban por momentos, el ambiente era el más adecuado para desmayarse: una caminata a través de un pasillo completamente oscuro con una banda de asesinos fabricando bombas al final del mismo. Llegamos al final y nos quedamos apoyados en un lado de la pared para pasar desapercibidos. El silencio se estableció momentáneamente. Luego sólo se oyó una voz que decía:
- Tráeme todo lo que hay en ese armario.
El cuerpo se nos paralizó. Alguien se iba a acercar al único armario de la sala que estaba precisamente al lado de la salida. Cogió lo que necesitaba y se volvió a la mesa de trabajo. Tuvimos una suerte inimaginable, podía haber visto nuestras sombras perfectamente. Lo peor vino cuando oímos.
- Le dije al cartero que nos dejara el paquete con el informe en la entrada de la mina. Que alguien salga a comprobar si ha llegado.
Ahora si que nos desmayamos. Justo cuando todo parecía perdido, mis rápidos reflejos me hicieron esconderme detrás del saliente de una roca de la pared. Mi movimiento activó el cuerpo de mis compañeros e hicieron lo mismo que yo. Fue inútil ya que el saliente era minúsculo y nos podían ver perfectamente. El hombre pasó al lado nuestro y tuvimos mucha suerte de que la oscuridad nos dejara ocultos. Desde nuestra posición actual podíamos ver lo que estaban haciendo. Estaban llenando un recipiente con líquidos.
- ¿Ves lo que decía? Eso es una bomba fétida – susurré a mis amigos.
- ¿Qué hacemos ahora? ¿Llamamos a la policía?
- Sí, pero espera un momento, quiero ver lo que hacen un poco más.
Nos quedamos tan atónitos observando cómo fabricaban sus productos que no nos dimos cuenta de que el hombre que había ido a por el correo estaba regresando.
- Eh, chavales, ¿que hacéis aquí?
Enseguida nosotros, impulsados por el miedo, dijimos sin pensar:
- ¡Por favor no nos haga daño, no diremos nada!
Nuestra repentina reacción atrajo a la demás gente de la sala.
- ¿Qué pasa aquí?
- Parece que esta pandilla de jóvenes cree que somos asesinos o algo.
- Eh, chicos, tranquilos, somos nada más que un grupo de humildes geólogos.
Nos quedamos un poco frustrados.
- ¿Y por qué estáis trabajando aquí abajo?
- Resulta más fácil estudiar el terreno cuando puedes acceder a él directamente.
- ¿Y qué me decís de todo el material químico del pasillo?
- Es que aquí han trabajado más científicos, pero nadie ha limpiado ese pasillo ni tampoco reparado las bombillas.
- ¿Y ese brebaje que estáis preparando qué es? Parece una bomba fétida
- Es una sustancia que mezclamos con la tierra para analizarla.
- Y antes hemos oído que habíais encargado un paquete con un informe…
- …sobre la composición del terreno de esta montaña.
- Ah… creo que eso lo explica todo.
Aquella noche, no nos acostamos con los mismos ojos. Aquel día ha estado lleno de aventuras, miedo y misterio, y nos hemos llevado uno de los mayores sustos de nuestras vidas. Me parece que le echamos demasiado cuento a la historia. Se podría decir que el poder de la imaginación de un niño es inimaginable.