Érase una vez un príncipe, de un reino muy lejano. El príncipe se llamaba Carlos. Su pasión era la lectura, leía mucho porque cuando heredara el trono quería ser el mejor Rey del mundo. Leía libros de héroes que salvaban a doncellas, de dragones y magos, fantasía y magia… El príncipe Carlos de tanto leer perdió la cabeza, y donde había casas, veía palacios donde le esperaría su princesa, y él la podría rescatar del monstruo que la tendría prisionera.
Un día el príncipe Carlos cogió su caballo blanco y atacó a un campesino, al que creía ver como a un brujo. Su padre, el Rey Felipe, fue informado de su extraña acción y como castigo lo destronó y lo echó de su reino.
El príncipe Carlos (bueno, el antiguo príncipe…) sólo cogió de equipaje sus libros de fantasía y su mejor amigo: “Lucero”, su caballo. Anduvieron muchos kilómetros y llegaron a un bar, Carlos dejó a Lucero fuera del establecimiento y entró. Carlos comenzó a beber y beber… y cuando terminó salió a las calles oscuras a tomar un poco el aire.
Érase una vez una muchacha pobre, llamada Alicia. Tenía 30 años y trabaja de prostituta en un club llamado: “Princesas”. Alicia estaba atrapada en ese antro, y no podía escapar porque la matarían. Pero ella todas las noches salía, porque tenía un arpa mágica que cuando la tocaba, todo el mundo que la oía se quedaba dormido. Ella aprovechaba para salir y gozar solo por unas horas de la libertad.
Ese día como otro cualquiera Alicia sacó el arpa y comenzó a tocarla. Sonaba una melodía preciosa, y todo el mundo se quedó dormido. Salió a las oscuras calles y se encontró con un hombre y un caballo blanco.
Iba a salir corriendo cuando Carlos dijo:
-¡No te asustes, no te haré daño!
Alicia, todavía asustada, le preguntó:
-¿Quién eres?
Carlos respondió:
-Soy Carlos, vengo de un sitio muy lejano, yo era príncipe, pero me destronaron y ahora no sé hacia dónde ir. No llevo dinero suficiente ni para comer durante una semana y sólo me acompaña mi fiel caballo, Lucero.
Ella contestó con la boca abierta:
-¿Eres príncipe? De ahí esas pintas que traes…Bueno, me presento, soy Alicia.
-¿Y qué hace una mujer tan hermosa sola por estas peligrosas calles?
-Yo, verá…trabajo en ese tugurio y estoy atrapada, sólo puedo salir a estas horas gracias a un arpa mágica que tengo. Cuando la toco, todo el que la oye se queda dormido.
-Y, ¿por qué cuando estén todos dormidos no te escapas?
-Porque los jefes se darían cuenta e irían a por mí, y entonces…
-Y entonces… ¿qué?
-¡Me matarían! Por eso toco el arpa y disfruto de mis únicas horas de libertad.
Carlos susurró:
-Entonces te tendré que salvar mi princesa.
-¿Qué has dicho? -preguntó Alicia.- ¡Dios, que tarde es! Mañana, ¿nos vemos aquí a la misma hora?
Carlos asintió con la cabeza y Alicia salió disparada hacia el club.
Carlos repitió en un tono más alto:
-¡Ella es mi princesa!
Carlos y Alicia se veían en el mismo sitio, a la misma hora, todas las noches. Una noche Carlos dijo:
-Alicia, te voy a sacar de ahí. Cueste lo que me cueste te prometo que te sacaré, y te vendrás conmigo para siempre.
Alicia respondió:
-Para siempre… -y entonces le besó.
A la siguiente noche Alicia llegó muy tarde y Carlos preocupado le preguntó que qué le ocurrió, y ella contestó:
-Carlos, me van a llevar a América. Me marcho mañana, no te podré volver a ver, allí es muy difícil escapar… lo siento, pero me voy.
Carlos le agarró del brazo y le dijo:
-¡Tengo un plan!
Alicia se alegró y le preguntó por su idea y él comenzó a contársela:
-Tú, como todas las noches comienzas a tocar el arpa y cuando se duerma el cerdo ese lo mato y escapas de allí, y nos marcharemos tú y yo…
El caballo empezó a relinchar y a pegar coces, y Carlos dijo:
-¡Y el caballo también!
Entonces se besaron, y Alicia regresó a su cuarto.
Al día siguiente Alicia comenzó a tocar su maravillosa arpa y todos se quedaron dormidos.
Carlos entró, y entonces mató a ese hombre que ambos odiaban.
Carlos y Alicia se montaron en el caballo y huyeron de ese infierno. Carlos le dijo a Alicia:
-¡Hoy por primera vez he sido un príncipe de verdad!
Y Alicia le preguntó:
-¿Y antes no eras?
-¡Sí, pero no de verdad! Hoy he rescatado a una princesa de un castillo encantado lleno de monstruos.- Carlos y Alicia comenzaron a reír.
Llegaron al reino de San Juan, y fueron a visitar al Rey. Carlos comenzó a hablar con su padre:
-Hijo, me alegro de que hayas vuelto. ¿Podrás perdonarme?
-Padre, estás más que perdonado. Mire, esta es Alicia, “mi princesa”.
-¿Cómo que princesa? -se extraño el Rey.
-La rescaté de un castillo donde estaba presa y maté al monstruo, Padre.
-Hijo, si es así, ¿querrás volver a ser príncipe?
-Si, claro que acepto, Padre.
Carlos volvió al trono, se casó con Alicia y fue feliz para siempre.
Alicia, se casó con el príncipe Carlos. Se hizo una buena y famosa música tocando el arpa y fue feliz para siempre.