- Tres ases, vuelvo a ganar yo.
- Tío, déjanos algo que nos quedamos sin blanca.
- Estamos jugando tres personas, así es muy fácil ganar. Además, si no gano, no como. No tengo trabajo.
- Po a mí antes me pagaban pa cobrarle a la gente en un supermercao hasta que un día tropecé con algo y me metí un trallazo contra un estante de especias y el jefe me despachó.
- Yo tenía una gran fortuna, era un prestamista que trabajaba en el puerto, pero un día llegó el amor y… bueno… pasé de ser rico a luchar por comer algo en una sucia y maloliente taberna, apostando el único dinero que me queda en una partida de póker. ¿Quién me lo iba a decir a mí?
- Sí, las pibas te pueden joer la vida mucho. Te enamoras, te pules toa la pasta en ellas y luego te dejan.
- Lo que me pasó a mi fue diferente:
“Mi historia comienza en el gran puerto que había en nuestra ciudad hasta hace unos años, era uno de los más grandes de los Estados Unidos. Para los habitantes, sólo era un montón de contenedores gigantes apilados en grandes torres. Tenía además más de 30 grúas que no paraban de moverse y muchísimos hombres como hormigas nerviosas que iban de un lado para otro sin parar. Yo era una de esas hormigas, solo que en vez de vestirme como los demás, iba siempre con camisa y corbata para dar buena impresión a la gente. A mí siempre me gustaba ser ordenado y limpio y también me entusiasmaba leer, pero sólo tenía tiempo para leer la noticia del día en el periódico. Un día vi un artículo que decía: “…una antigua llave que podría tener más de 200 años y estaba echa con oro de 18 kilates. Lo más fascinante es que podría estar en…”
- Señor, estoy interesado en… - me interrumpió un obrero
De momento me guardé el periódico en el bolsillo para seguir leyendo luego más tranquilamente en mi casa. Más tarde me pasó otra cosa interesante y que cambió mi vida. Una mujer que pasaba por la calle con un par de maletas me pregunto:
- Disculpe, estoy buscando los apartamentos New Hampshire, ¿sabe dónde están?
- Claro, siga la calle hasta el 2º cruce y gire a la derecha, luego cruce esa calle hasta el final y gire a la izquierda, después siga recto hasta que vea un callejón a la derecha, crúcelo y llegará a la carretera principal…
- Perdone estoy confusa, ¿me puede acompañar?
- Si… por supuesto, monte en el coche las maletas.
Estaba un poco nervioso, era muy guapa, se podría decir que fue amor a primera vista. Al fin arranque el coche y nos pusimos en marcha.
- ¿Usted no es de aquí?
- No, soy de Washington
- ¿De veras? Yo también nací allí, pero luego me vine a trabajar aquí.
- ¿A, sí? Yo voy a hacer lo mismo ahora.
- ¿Dónde trabajará?
- En la… sala de fiestas Girl's District.
- Yo soy prestamista y suelo trabajar por el puerto. Por cierto me llamo Frank.
- Yo soy Betty, encantada de conocerte.
- Bueno, ya hemos llegado. Déjame que te ayude con las maletas.
- No quisiera molestarle.
- No es ninguna molestia.
La acompañé con la maleta hasta el apartamento. Mientras caminaba pensaba la forma de volver a verla. Sentía cada vez más la necesidad de estar con ella y de conocerla, y eso que solo habían pasado 10 minutos.
- Bueno, ya está. Gracias por ayudarme.
- De nada. ¿Te gustaría dar un paseo y así te enseño un poco la ciudad?
De pronto se puso roja como un tomate
- Emm… yo es que… no se… la verdad es que me vendría muy bien pero no quisiera…
- ¡Entonces vamos!
Dimos un paseo por todos los sitios y rincones de la ciudad, le enseñé cómo llegar a su trabajo, algunos sitios de interés, como cines, paseos marítimos…. y al atardecer fuimos a cenar a un restaurante de los más lujosos de la ciudad. Fueron pasando los días y el amor nació entre nosotros, sin darme cuenta el trabajo lo dejé un poco abandonado y al cabo de un tiempo vi que los ahorros habían volado. Así que tuve que buscar una solución. Una tarde cuando me fui a cambiar de pantalones se calló el periódico de hace unos días del bolsillo y me acordé de que quería seguir leyéndolo: “…y estaba echa con oro de 18 kilates. Lo más fascinante es que podría estar en la urbanización de Devon Harvor según algunos rastros históricos…”, entonces se me vino a la mente que podría buscar esa llave, ya que Devon Harvor era mi barrio. Al día siguiente, me levanté a las 7:00 de la mañana y me puse a hacer footing por mi barrio mientras que buscaba la llave, y a las 10:00 de la mañana cansado me fui a mi piso desanimado, me puse mi uniforme y me fui a trabajar al puerto. Cuan grandiosa fue mi sorpresa al ver que algo brillante se hallaba en el fondo río que pasaba al lado del puerto. No me lo pensé dos veces y me tiré de cabeza al fondo para cogerla. Cuando volví a pisar tierra firme la policía se acercaba a toda velocidad a la zona, parece que alguien ya había visto la llave y llamó a la policía. Cuando llego:
- Policía, he encontrado la…
- Suéltela ahora mismo – me dijo apuntándome con la pistola
- Pero… ¿Qué he hecho? ¿No creerá que iba a robar la llave?
- Quedas detenido por robo de posesiones de gran valor.
- Pero si yo iba a…
- Eso cuéntaselo al juez, ahora sube al coche.
Me hizo asistir a un juicio, en el que me vi involucrado en un fallo de la justicia, puesto que no había pruebas ni testigos, me mandaron un año a la cárcel.
Fue un año tormentoso y de olas grandes, lo que hizo que la arena del mar se desplazara hacia la costa. Se acumuló tanta arena que los barcos que atracaban allí se quedaban atascados en la arena, entonces el puerto quedó inutilizado. La ciudad perdió su valor sin el puerto y mucha gente se fue, dejando a la ciudad bastante desabitada.
Cuando volví a ver la luz del día ya no tenía ni trabajo ni novia, y la casa que tenía me la embargaron por no pagar la hipoteca así que para poder comer aquí estoy”
- Vaya historia tío, has caio lo más bajo que podías.
En ese momento se abrió la puerta empujada por las manos de Betty.
- ¡Frank! ¿Qué estás haciendo aquí?
- Y tú, hacía ya un año y medio que no te veía.
- Desde que saliste de la cárcel te he estado buscando por todos los rincones de la ciudad que me enseñaste. ¿Por qué no has ido a verme?
- Pensaba que te habrías olvidado de mí y que ya no querrías saber nada de un presidiario.
- Tonterías, yo te he creído desde el principio. Ven a mi casa y seguiremos por donde lo habíamos dejado.
- ¡Encantado, fantástico!¡Adiós chicos, la vida me ha vuelto a sonreír!